He aquí
que existimos en el límite de la mentira
que
nuestra vida es impalpable
que estas
personas representadas pertenecen
a un
dueño de otro orden.
Cumplimos
cabalmente en escena
ante el
gran público. Así recreamos bajo los astros
y
acudimos a una cita en los vientos
saliendo
al paso de nuestras fiestas.
Nuestro
corazón está prestado a otros personajes,
murmuramos
un sueño y nuestros labios no son responsables,
somos
bellos o nobles según las circunstancias.
Nos
asalta un delirio azaroso
y caemos
en los escenarios bajo una voluntad extraña.
Y no
tenemos vida,
pues
andamos sobre ruedas en un país desconocido
cuyas
flores nos interesan de manera frívola
y cuyas
mujeres nos aman en alcobas de falsedad.
Producimos
un fuego y su corazón azul
crepita
con más fuerza que el nuestro
en tanto
arden los leños a la manera de sangre.
Nos
permitimos ser extraños. Falsos.
Llevar
una emoción no sincera.
Mientras
andamos, desterrados de nuestro cuerpo
en un
interminable paseo.
Ramón Palomares
Ramón Palomares
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